“Simplemente somos incapaces de llevar a cabo operaciones militares. Todo lo que sabemos hacer es firmar cheques”. Jefe del servicio de información saudí cuando las tropas soviéticas ocupaban Afganistán (1979-1989), el príncipe Turki Al Faisal explicaba así la colaboración de su país en la yihad afgana. En aquella época y en el espíritu del pacto de Quincy, Arabia Saudí financiaba las operaciones secretas de Estados Unidos en países “comunistas” como Angola y Nicaragua. Sin hacer ni hacerse demasiadas preguntas.
En el transcurso de la Guerra del Golfo (1990-1991), bajo la presidencia de George H. Bush, las tropas saudíes luchaban junto al ejército estadounidense –y a una coalición internacional– para desalojar a las fuerzas iraquíes de Kuwait. Más tarde, cuando George W. Bush –que creó vínculos estrechos con los dirigentes saudíes en la época en la que trabajaba en la industria petrolera tejana– sucede a su padre, el entendimiento cordial prosigue pese (...)