“No estoy en contra de todas las guerras. A lo que me opongo es a una guerra estúpida, una guerra irracional, una guerra basada no en la razón sino en la ira”. Así hablaba, el 2 de octubre de 2002, un senador por Illinois llamado Barack Obama. La “ira” surgida como consecuencia de los atentados del 11 de septiembre de 2001 no se había apagado en Estados Unidos y el presidente George W. Bush había elegido redirigirla no hacia Arabia Saudí, de donde provenían la mayoría de los miembros de los comandos de Al Qaeda, sino hacia Irak, al que atacaría seis meses más tarde. Los medios de comunicación querían la guerra; la mayoría de los senadores demócratas, entre ellos Hillary Clinton, se adhirieron a esta postura. Y la invasión de Irak creó el caos que serviría de caldo de cultivo a la Organización del Estado Islámico (OEI).
Las matanzas del (...)