En el terraplén de tierra se ve escrito con rocas blancas y calaveras de cabra: “Bienvenidos a la Casa de los Chicos Malos”. Detrás de éste se sitúa un complejo de muy baja altura compuesto por tiendas de campaña y cabinas. Hay huellas sobre la arena que marcan caminos que no van a ningún lugar, huellas que se extienden en el desierto. Tras una parada breve aquí, volvemos al helicóptero ruso, un abollado MI-8 con grandes letras negras en un lado. Abajo, el Sáhara se ha convertido, aunque por breve tiempo, en un terreno inundado por la llegada de las primeras lluvias de esta época del año. Aterrizamos en frente de la casa del coronel Conor Burke, un campamento muy similar aunque sin el letrero rocanrollero.
Aquí se ubica el equipo de Tifariti, una de las nueve bases encargadas de mantener la paz en el Sáhara Occidental. Al mando se encuentra (...)