“A los dieciocho años, estaba convencida de que la igualdad entre hombres y mujeres se había logrado –cuenta Maud Gelly, joven médica y militante del Colectivo Nacional por los Derechos de la Mujer (CNDF)–. Luego, un verano, trabajé de camarera, y la actitud tanto de los clientes como de mi jefe me decepcionaron. Más tarde, durante mis estudios, estuve trabajando en un servicio de ginecología, y me indignó la manera en que trataban a las mujeres que iban a abortar. Un día vi a un médico arrojarle a una de ellas una pastilla de anticonceptivos diciéndole: ‘A ver, ¡muéstreme cómo se usan!”.
El compromiso feminista, al parecer, suele surgir así: ante la brutal comprobación del desfase entre el discurso que la sociedad tiene sobre sí misma y la realidad. Como si, antes, se hubieran dejado atrapar por una ilusión muy difundida, aun cuando ésta ya no tuviera ningún crédito en los (...)