Scott Ritter, ex oficial de inteligencia estadounidense, integró en septiembre de 1991 los equipos de inspección de Naciones Unidas encargados de verificar la eliminación por parte de Irak de sus armas de destrucción masiva (ADM) y de los vectores que permiten lanzarlas a sus objetivos. Ritter recibía información fiable de los servicios de inteligencia estadounidenses, británicos e israelíes. Ahora bien, a mediados de los años noventa, comprobó que Irak se había sometido a las exigencias de desarme de Naciones Unidas.
Sin embargo, a partir de 1991, las sucesivas Administraciones de Washington perpetuarían la ficción según la cual Bagdad poseía ADM. Porque el objetivo de la Casa Blanca era –y Ritter lo sabía– el “cambio de régimen”. En cuanto a los vínculos entre Al Qaeda y Sadam Husein, que habrían generado el riesgo de que la organización islamista aprendiera el manejo de las ADM –motivo que esgrimió George W. Bush para justificar (...)