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La revolución según Chagall

Se asocia con más frecuencia la gran oleada de vitalización artística que acompañó la Revolución rusa de 1917 a nombres como el de Malévich, antes que al de Chagall. Sin embargo, este último decidió implicarse fundando una escuela en la que la vanguardia se encontraría con el pueblo. Si bien, pronto se sintió en desfase con el rechazo al arte figurativo reivindicado por esta.

por Lionel Richard, julio de 2018

En Moscú, una mañana de otoño de 1918, un hombre se presenta en el Comisariado del Pueblo de Instrucción Pública. Ronda la treintena y lleva bajo el brazo un voluminoso paquete. Llega, explica, de Vitebsk, una ciudad de Bielorrusia situada a 500 kilómetros –a más de diez horas de tren– de la nueva capital. Su nombre es Marc Chagall. Es pintor. Desea hablar con el comisario Anatoli Lunacharski en persona, a quien había conocido en París antes de 1914. Su intención es mostrarle una selección de sus trabajos recientes.

Chagall pertenece a una familia de judíos analfabetos y pobres. Primogénito de nueve hermanos, nació en 1887 en un suburbio de Vitebsk. Tras recibir lecciones de dibujo, obtiene una beca para la Escuela de Bellas Artes de San Petersburgo, y posteriormente frecuenta el taller de Léon Bakst, en la Escuela de Arte y Diseño fundada por Elizaveta Zvantseva. En enero de 1910, (...)

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P.-S.

Este texto retoma en parte una contribución del autor al coloquio internacional “Espoirs, utopies et héritages de la Révolution russe” que tuvo lugar en Bruselas en noviembre de 2017.