¡¿Por qué no hacer explotar una bomba nuclear bajo tierra, para licuar y extraer ese bitumen viscoso atrapado en arena?! Esta idea germina, en la década de 1950, en algunas mentes obsesionadas por el oro negro. Se decide arrasar el bosque, desecar los pantanos, cavar y lavar con mucha agua. En 1967, la estadounidense Suncor abre la primera mina, y durante treinta años produce el barril más caro del mundo. A finales de 1990, avances tecnológicos y alza de las cotizaciones hacen rentable el negocio; en 2003, la inclusión de 173.000 millones de barriles entre las reservas probadas propulsa a Canadá justo detrás de Arabia Saudí.
Ésta es una oportunidad para el presidente George W. Bush, que quiere reducir en un 75% la petro-dependencia estadounidense de regímenes hostiles. En 2005, entre otras cosas para cubrir las necesidades del Departamento de Defensa, el mandatario define una estrategia energética para el siglo XXI (...)