En las últimas semanas de 2009, se difundió en la prensa el rostro de un tal Hervé Falciani. Después de robar datos bancarios, este antiguo informático del banco HSBC se los entregó a las autoridades francesas. A principios de 2008, un empleado del banco Liechtenstein LGT ya había vendido su fichero en varios millones de euros al fisco alemán y, después de facilitar el nombre de diecinueve mil clientes a la administración fiscal estadounidense, un antiguo banquero de UBS reivindicaba el derecho a cobrar varios millones de dólares sobre los impuestos así percibidos.
Estos casos recientes, donde algunos gobiernos acceden a datos bancarios con la complicidad de antiguos empleados, muestran la importancia que ha adquirido esta práctica. Sin embargo, los intercambios de información entre autoridad pública e instituciones financieras no son nuevos. Estos se han venido desarrollando en los últimos veinte años en el marco de la lucha contra el lavado (...)