En Pakistán, 2007 será un año electoral. El mandato del general Pervez Musharraf, al igual que el del Parlamento y el de las asambleas provinciales, caducará ese otoño. Independientemente de lo que se pueda pensar sobre el nivel de probidad de esas consultas electorales, el triple ejercicio plantea una cuestión de fondo, que se debate desde hace mucho en el país: ¿qué tipo de relación debe mantener el poder militar con la oposición parlamentaria? ¿No es hora de que el jefe de Estado, de ser reelegido, abandone el uniforme de jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, y de rehabilitar la oposición democrática, cuyos líderes viven en el exilio?
Además, en las filas de la oposición parlamentaria hay actualmente fuerzas del islam político, fachada constitucional de un islamismo radical armado, durante mucho tiempo instrumentalizado por los militares, pero que se volvió blanco de la retórica presidencial, ya que el general (...)