El 21 de noviembre de 2005, los empleados de Libération votaban la huelga contra el plan de cincuenta y dos despidos impuesto por el principal accionista, Edouard de Rothschild. Esa noche, un delegado sindical del diario, y periodista especializado en temas sociales, expresaba su preocupación a France Inter: “De repente, descubrimos lo que contamos en nuestros artículos sobre los empleados de Hewlett Packard. Ahora los entendemos. Entendemos que existe un accionista que decide cortar por lo sano, suprimiendo empleos, simplemente porque no quiere perder dinero”. La primavera siguiente, cuando de Rothschild despidió a Serge July, fundador y director de la publicación, una representante de la Sociedad Civil del Personal de Libération (SCPL) se sorprendió de la ingenuidad de sus compañeros. “Descubren que Libé es también una empresa, que existe un patrón, un accionista, una forma de funcionamiento inevitable”.
¿Existe también el conflicto entre capital y trabajo en las empresas de prensa? (...)