La agradable alameda del bulevar Rozhdestvensky está casi desierta. Tras las barreras que impiden el acceso, un empleado del Ayuntamiento de Moscú, bolsa de basura y pinzas en mano, recoge los desperdicios del suelo. A unos metros, un compañero descansa en un banco. Este año, los empleados municipales de mantenimiento, reconocibles por su indumentaria naranja fluorescente, son los únicos que disfrutan de los miles de tulipanes en flor que anuncian el buen tiempo.
La capital rusa, habitualmente animada en primavera, parece adormecida en este mes de abril. Comercios, restaurantes y cafeterías tienen las persianas bajadas, los lugares públicos y los parques están cerrados a cal y canto… Aunque es posible cruzarse con gente haciendo recados o paseando al perro, la calma es sorprendente en esta megalópolis de doce millones de habitantes, confinados desde el pasado 30 de marzo. Lo más extraño es la ausencia de niños y de gente mayor en (...)