Quizá, algunos todavía recuerden la escena de la película My Fair Lady de George Cukor en la que Audrey Hepburn, a instancias de un tiránico Rex Harrison, repite con voz apagada este juego de sonoridades de traducción imposible: “The rain in Spain stays mainly in the plain” (literalmente: “La lluvia en España permanece principalmente en la llanura”). Ella vende violetas por la calle interpelando a los viandantes con un fuerte acento cockney; él es lingüista y ha apostado a que logrará hacerla pasar por una duquesa enseñándole a hablar correctamente: es el principio de una hermosa historia, que termina con la integración en la burguesía de esta joven proveniente del lumpemproletariado, redimida por la educación. La mayoría de la gente no solo ignora que la determinación social del acento es la idea motriz de Pigmalión, la obra de teatro de George Bernard Shaw (1856-1950) que inspiró la película (1938, la (...)