Como todas las mañanas, apenas despunta el día detrás de los montes del Anti-Líbano, en los campamentos de refugiados que jalonan la llanura de la Bekaa, las bocinas dan la señal de partida para el trabajo. Enseguida, hombres, mujeres y niños dejan atrás sus tiendas para subirse a las pick-ups, con pan, queso y patatas hervidas en una bolsa. Superponen varias capas de ropa bajo su vestido largo gastado y se cubren con una kufiya –el atuendo tradicional de los fellahs y de los beduinos, en el Levante y en la Bekaa. Pero, aunque ellos también viven de la tierra, pertenecen a un nuevo tipo de trabajadores y de nómadas.
La llanura aluvial intermontañosa de la Bekaa –más del 40% del territorio libanés–, designada desde la Antigüedad como tierra cerealera, produce en la actualidad esencialmente frutas y legumbres. Si bien el Estado no tiene ninguna política agrícola, busca antes que nada (...)