Esta mañana de febrero ya hay gente en los vetustos locales de la Bolsa de Trabajo de Tourcoing, en el área metropolitana de Lille. La época en que esta ciudad y su vecina Roubaix podían jactarse de ser las capitales mundiales de la lana parece remota. Desde los años 1980, el trabajo obrero ha cedido el lugar al empleo en el sector de los servicios. Caracterizado por su dureza y por sus bajos salarios, el primero tenía la ventaja de enmarcarse en un derecho laboral forjado en las luchas obreras. En comparación, las empleadas domésticas, las cajeras, los guardias de seguridad o los camareros trabajan hoy como jornaleros en condiciones precarias y flexibles. “En pocos años hemos pasado de un diálogo social enérgico, propio de la lucha de clases, a una especie de Far West donde todo vale –observa Samuel Meegens, secretario general de la unión local de la Confederación (...)
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Cuando la precariedad generalizada lleva a votar al Frente Nacional
En el norte de Francia, el empleo hecho trizas y un sentimiento de abandono
La Ley El Khomri, a la que se opone gran parte de las fuerzas sindicales y de los jóvenes, quiere continuar con la desregulación del mercado laboral –y acelerarla–. Flexibilidad, trabajo los domingos, horarios por turnos: el norte de Francia es considerado un laboratorio en este ámbito. Se trata de una evolución de la cual parece que sólo el Frente Nacional se beneficia, como durante las elecciones regionales de diciembre de 2015.
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