Más de 500.000 manifestantes en São Paulo, un poco menos en Río de Janeiro, 100.000 en Brasilia. En total, cerca de tres millones de personas habrían llenado las calles de un centenar de ciudades brasileñas el 13 de marzo, formando una marea humana presentada como la mayor movilización desde el movimiento de Direitas Já! (¡Elecciones directas ya!), que desafió a la dictadura en la primera mitad de los años 1980.
Aquella ola ciudadana contribuyó a que los militares volvieran a sus cuarteles. Pero para los que protestan hoy, que enarbolan el color amarillo de la equipación de la selección nacional de fútbol, no se trata de exigir más derechos, avances democráticos y progreso social. Al grito de “¡Fuera Dilma!”, “¡Destitución ahora mismo!” y “¡Cárcel para Lula!”, piden la cabeza de una presidenta que se habría convertido en culpable de un “crimen de responsabilidad” al infringir la reglamentación presupuestaria, así como también (...)