La Administración estadounidense, ampliamente imitada por los Gobiernos europeos, centra su visión de una solución global a los conflictos de Oriente Próximo en tres elementos principales: la erradicación de Hamás de Gaza y de Cisjordania, así como de Hezbolá del Líbano, al menos de sus ramas militares; la subordinación de los regímenes de Irán y Siria, a los que considera opuestos a su política de estabilización de la región; y la generalización de la democracia y del Estado de derecho en las sociedades árabes de la región, con el apoyo de Estados Unidos y de Europa.
La victoria sobre el terrorismo de Oriente Próximo dependerá del éxito de esa política que los Gobiernos, los partidos políticos y la sociedad civil deberían poner en práctica enérgicamente. Eso permitiría entonces hallar una solución al problema palestino, pues Israel, de esa forma, tranquila de su futuro y de su inserción pacífica en la región, (...)