Tres oleadas de ataques nocturnos a mano armada. Cócteles molotov y bombas artesanales lanzados contra comisarías y edificios públicos, agencias bancarias, supermercados. Más de cien autobuses urbanos incendiados... La magnitud de los 1.004 ataques que en mayo, julio y agosto de este año llevó a cabo, en São Paulo, la organización criminal Primer Comando de la Capital (PCC) fue tal que esta ciudad, núcleo económico y financiero de Brasil, y una de las megalópolis más pobladas del mundo con sus veinte millones de habitantes, llegó a paralizarse por unos días. Los comercios cerraron, la circulación se detuvo, y los cines, teatros, restaurantes o bares clausuraron sus puertas. En julio, dos millones de personas se encontraron de la noche a la mañana desprovistas de transporte público. La gente, aterrorizada, se encerraba en su casa.
El balance oficial de los tres episodios arroja el saldo de treinta y cuatro policías, uniformados o de (...)