¿Dónde estaba la izquierda estadounidense durante la campaña que terminó el 7 de noviembre con la victoria de los demócratas en las dos cámaras del Congreso? ¿Estaba en la calle movilizada contra la guerra de Irak? No, el movimiento anti-guerra está inerte desde hace meses. Y, durante una de las raras manifestaciones pacifistas organizada en mi ciudad, Eureka, en el norte de California, donde me pidieron que hablara, tres de los cinco oradores ni siquiera mencionaron este conflicto. Prefirieron agobiar al público –reduciendo considerablemente su tamaño– a golpes de interminables raciocinios sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001. ¿Cuál era su objetivo? Probar que se trató de un complot interno fomentado por George W. Bush y Richard Cheney o (variación sobre el mismo tema) por poderes oscuros de los cuales los inquilinos de la Casa Blanca fueron simples mensajeros.
Cinco años después de los atentados, la teoría del complot (...)