“No queremos ser reconocidos como una minoría en nuestra propia tierra, sino como el pueblo autóctono de la República de Crimea.” Con su hilo de voz casi inaudible y su cigarrillo casi perpetuo, Mustafá Yemilev, presidente del Mejlis –el “Gobierno” tártaro de Crimea–, repite incansablemente las reivindicaciones del pueblo deportado por Stalin hacia la lejana Asia Central en 1944.
Doscientos cincuenta mil tártaros volvieron a Crimea aprovechando la fragmentación de la URSS. Hoy en día, representan más del 12% de la población de esta península rodeada por el mar Negro al sur de Ucrania, mayoritariamente rusófona pero “regalada” por Nikita Kruschev a la República Socialista Soviética de Ucrania en 1954, para celebrar el 300º aniversario de la unión entre Rusia y Ucrania. Casi veinte años después del regreso de los primeros deportados, la situación de los tártaros de Crimea, pueblo turcófono y suní, sigue siendo extremadamente precaria. Al mismo tiempo, el (...)