Todo juega a favor de la extrema derecha francesa: una economía estancada, un desempleo cuya curva sube en vez de bajar, la preocupación frente al desorden y a la precariedad, unos servicios públicos y una protección social amenazados, un “proyecto europeo” tan agradable como un trago de aceite de ricino, una ola migratoria que aumenta por el caos de varios Estados árabes, atentados masivos cuyos autores reivindican el islam… Sin olvidar, desde hace ya casi treinta años, un Partido Socialista que comparte con la derecha tanto la responsabilidad de las políticas neoliberales ya establecidas por los acuerdos europeos como el proyecto de mantenerse indefinidamente en el poder (o, para la derecha, de volver) presentándose, unas elecciones tras otras, como la última barrera contra el Frente Nacional (FN).
Balance: ninguna fuerza política exhibe tanta energía y tanta cohesión como la extrema derecha, ninguna transmite de forma tan eficaz el sentimiento de que (...)