Las posibilidades de un candidato a la Casa Blanca que hizo fortuna con la especulación financiera deberían ser nulas, cuatro años después de una crisis provocada por bancos privados que los contribuyentes salvaron del desastre. Pero la incertidumbre de las elecciones estadounidenses hasta los últimos días se explica sin duda por la creciente desconfianza hacia las intervenciones del Estado, debida a varias razones.
En primer lugar, el aumento del déficit presupuestario, fomentado por los gastos de dos guerras simultáneas (Afganistán e Irak), el rescate de los bancos y las reducciones de los impuestos tan colosales como desiguales, ha colocado la cuestión de la deuda pública en el corazón de la vida política. Pero, actualmente, a quienes suspiran “nos gustaría mucho, pero ya no tenemos los medios”, se suman los que piensan en las relaciones incestuosas entre gobiernos y empresas privadas, en el carácter provocador de la reconversión de ex jefes del (...)