En momentos en que Francia debate sobre el matrimonio homosexual y Argentina promulga una ley autorizando el cambio de sexo, le mejoría en las condiciones de vida de las personas lesbianas, gay, bi y transexuales (LGBT) es indiscutible. Parecen lejanos los tiempos en que esas preferencias sexuales caían en el ámbito de una “ley de peligrosidad y rehabilitación social” como en España, o estaban vigiladas por el “grupo de control de homosexuales de la prefectura de policía de París”; la primera fue abolida en 1979 y el segundo en 1981. Pero la evolución es menos lineal de lo que parece. Las desigualdades y las discriminaciones basadas en la orientación sexual perduran: en cerca de ochenta países la represión estatal y los actos de violencia, a menudo avalados por fundamentalismos religiosos, condenan a las personas LGBT a la clandestinidad.
A comienzos de la década de 1980, en la mayoría de países occidentales, (...)