Lo primero que hago cuando desembarco en Palma es visitar la catedral. La descubrí hace unos veinte años. Allí escuché por primera vez el Canto de la Sibila. En la antigua Grecia, las sibilas eran ancianas inspiradas por los dioses, de temperamento huraño y en lo posible vírgenes. Predecían desastres (los astros se distanciaban) y calamidades apocalípticas. La mallorquina Sibila anuncia el día del juicio final y la llegada de Jesucristo, en gregoriano y versos aterradores: Ans del Judici, l’Antichrist vindrà / i farà tot el món trist,/ I fent com a Déu servir. /Qui no el creurà farà morir. No se lo pierdan; para mí es uno de las encantos más substanciales del archipiélago. Si no vienen el 24 de diciembre, conténtense con la versión que nos dejó Mauricio Ohana en CD, o asistan a una función en la Escolanía de Lluch.
Este año acudo a la catedral atraído por (...)