El mes pasado, Bibi Aisha fue portada de Time Magazine (9 de agosto de 2010). Mutilada, según dicen, por talibanes afganos, Aisha ya no tiene nariz ni orejas. En Irán, Sakineh Mohammadi-Ashtiani, azotada por adulterio, fue condenada además a la pena de lapidación. Su rostro aún intacto se ha convertido en un símbolo de unión contra el régimen de Teherán. Ambas imágenes de mujeres hacen pensar, pero ¿en qué? No en la ferocidad de los islamistas afganos: los soviéticos ya la habían sufrido en una época en que, con la bendición de los intelectuales mediáticos, los occidentales armaban a los fundamentalistas. Las fotografías nada nos dicen tampoco sobre el régimen del presidente Mahmud Ahmadineyad: los fraudes electorales de sus partidarios y la represión a sus opositores, que incluye ahorcamientos, son sus rasgos característicos.
En lugar de llamar a la reflexión, ¿acaso estas imágenes no corren el riesgo de limitarla adosando –intencionalmente (...)