Tanto las importantes movilizaciones en todo el país como el apoyo que le brinda la opinión pública, indican evidentemente una fuerte oposición a elevar la edad mínima de jubilación de los 60 a los 62 años, percibida como ilegítima. Pero también nos dicen mucho sobre el mundo del trabajo tal como se vive masivamente desde su “modernización”.
Allí se transparenta la creciente penuria laboral lo mismo que el sentimiento de una degradación insoslayable. Una buena parte de los asalariados no creen tener fuerzas como para soportar mucho tiempo sus exigencias. Temen no poder seguir resistiendo. Las consignas que se hacen oír en las manifestaciones lo dicen a su manera: “¡Morir trabajando, mejor reventar!” o también “¡Por una vida después del trabajo!” Revelan de manera inesperada lo que ha pasado a ser el trabajo diario para muchos franceses. Mientras se supone que las nuevas tecnologías informáticas aligeran los esfuerzos físicos, que más (...)