¡Cien policías! Una operación digna de Hollywood para detener en Miami, ese 12 de septiembre de 1998, a cinco cubanos: Gerardo Hernández, Ramón Labañino, René González, Fernando González y Antonio (Tony) Guerrero. Siguieron dos días de interrogatorios ininterrumpidos, extenuantes, durante los cuales no podían ni lavarse ni afeitarse. El 14 de septiembre, con la ropa arrugada, las mejillas oscurecidas por la barba, el cabello revuelto, los ojos desencajados, se los empujó frente a una multitud de fotógrafos. ¡Hermosa sesión de fotos! Fue con esa “pinta” de mafiosos como aparecerían en la prensa al día siguiente.
Ese mismo 14 de septiembre, en conferencia de prensa, el jefe local del Federal Bureau of Investigation (FBI) Héctor Pesquera se jactaba: “Esta detención es un golpe importante al gobierno cubano. Sus esfuerzos por espiar a Estados Unidos han sido desbaratados”. Pesquera mentía. No le importaba. Podía permitirse cualquier cosa. Estaba en la República bananera de (...)