En 2020, más de uno de cada cinco africanos padeció hambre. Víctimas colaterales de los conflictos y la violencia que asolan el Sahel y África Central, estos 281,6 millones de personas sufren también las consecuencias de la “variabilidad y [de los] extremos climáticos”, así como de la “ralentización y las contracciones económicas”, principalmente relacionadas con la pandemia de la covid-19, según explica un informe conjunto de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Unión Africana (UA). A medida que la guerra en Ucrania trastoca los suministros y dispara los precios, el espectro de la hambruna va haciéndose cada vez más amenazador: 25 países africanos importan más de un tercio de su trigo de Rusia y Ucrania; Benín y Somalia incluso dependen totalmente de estos dos países.
A pesar de este triste balance, las políticas públicas agrícolas y las elecciones de sistemas alimentarios aplicadas en el continente apenas reciben críticas. (...)