En una entrevista concedida diez meses antes de su elección como presidente de Estados Unidos en 2008, Barack Obama consideraba que “Ronald Reagan había transformado Estados Unidos como no lo habían hecho ni Richard Nixon ni Bill Clinton”, llevando al país “por un camino fundamentalmente distinto”. El mensaje pretendía ser claro: contrariamente a Hillary Clinton, su principal rival en las primarias del Partido Demócrata, él sería un “presidente del cambio”.
Ocho años más tarde, nada fundamental ha cambiado en Estados Unidos. Cuando llegó a la Casa Blanca en medio de la crisis económica más grave que haya conocido el país desde los años 1930, Obama se dedicó en primer lugar a evitar un colapso general. Aunque con su plan de reactivación de 800.000 millones de dólares se alejó del dogma de la austeridad, se aseguró de que se respetaran los demás fundamentos de la ortodoxia neoliberal, cuidándose de adoptar la más (...)