En 1982, el filósofo francés Claude Lefort destacaba, en la revista Esprit, que el concepto de democracia conlleva el de un “lugar vacío”. Al contrario del poder monárquico, “incorporado en la persona del príncipe”, el poder democrático no sería ni “figurable” ni “localizable en la realidad”. En efecto, en democracia “quienes ejercen la autoridad son desde ahora simples gobernantes que no tienen la propiedad del poder ni lo incorporan”. Si “ningún individuo ni ningún grupo” puede ser “consustancial” al poder, se debe a que éste pertenece a todos los ciudadanos.
Treinta años después, la soberanía popular parece no ser más que una fuente de legitimidad entre otras, mientras que el “lugar vacío” de la democracia lo han incorporado a las oligarquías. “El triángulo de hierro” de las elites políticas, económicas y mediáticas ha alienado la soberanía popular, que se halla dividida por, según el filósofo francés Jacques Rancière, el “odio a (...)