En teoría, a Basora, la segunda o tercera ciudad más grande de Irak, no le faltarían motivos para ser una metrópolis más dinámica que Dubai, Abu Dabi, Doha o la ciudad de Kuwait y podría dominar el golfo árabo-pérsico. Su puerto, Um Kasar, conecta con el resto del mundo uno de los principales países productores de petróleo, que también resulta ser un amplio mercado de consumidores en potencia. Los hidrocarburos abundan en la zona y cuesta particularmente poco explotarlos, dejando importantes márgenes independientemente de las variaciones de la cotización del barril.
No hace mucho tiempo, la sociedad basorí era conocida por su cosmopolitismo, por sus elites intelectuales y por su tradición obrera –una “auténtica ciudad” que debería haber sido una plataforma del comercio regional y una potencia manufacturera–. Sus zonas del interior, muy fértiles, se prestan al cultivo, antaño famoso, de arroz y de dátiles. Y sin embargo, cuando al llegar (...)