A primera hora de la mañana, montones de broza y envases de plástico arden frente a las casas de Kalianyar, un pueblo de Java Oriental en el que vive Slamet Riyadi, quien trabaja en el sector del turismo tras haber aprendido inglés de manera autodidacta. Riyadi sabe que la quema no hace que todo desaparezca. “Como ya no ven nada, los del pueblo piensan que ya no queda nada. ¡Pero hay restos de plástico!”. Le gustaría organizar una asociación para clasificar los residuos, vender aquellos que se puedan reciclar, compostar la materia orgánica, y con el resto... pues ya se verá.
Es el único que muestra cierta preocupación por los humos llenos de dioxinas. En la Indonesia rural no existe la recogida de plásticos. Sin embargo, están muy presentes en la vida cotidiana. En el mercado de la cercana ciudad de Tamanan, dos puestos venden envases de un solo uso, bolsas (...)