Desde 1948, la hipótesis de un gobierno de las máquinas frecuentó a los espíritus avanzados, que investigaban tanto en la informática como… en los electroshocks. Ese año, mientras George Orwell escribía 1984, Norbert Wiener definió la cibernética como “el control y la comunicación entre el animal y la máquina”. John von Neumann, por su lado, acababa de inventar la teoría de los juegos, transfiriendo la decisión de lanzar la bomba nuclear a los algoritmos. En Le Monde, el reverendo padre Dubarle expuso entonces las “perspectivas fascinantes de la conducta racional de los procesos humanos, en particular de aquellos que interesaban a las colectividades y parecían presentar alguna regularidad estadística” y pudo “soñar con un tiempo en que una máquina de gobernar suplantaría para bien –o para mal, ¿quién lo sabe?– la evidente insuficiencia actual de las cabezas y de los aparatos habituales de la política”.
Wiener, a su vez, pensaba que (...)