Una pandemia de cánceres de piel, un ecosistema en ruinas: éste sería el estado del planeta si se hubiera perdido la batalla contra los clorofluorocarburos (CFC) en los años 1980. Investigadores británicos acaban de demostrar que, si a la alarma creada por los científicos no le hubiera seguido una reacción política, la capa de ozono que rodea el planeta habría perdido ya más del 40% de su densidad por encima del Polo Sur y habría aparecido un nuevo agujero en el Polo Norte (1).
El ozono concentrado en la estratosfera, esencial para la vida terrestre, impide que los rayos ultravioletas nocivos para la vida animal y vegetal lleguen a la Tierra. Desde los años 1970, los investigadores constatan los efectos de los CFC inventados por el ser humano para diversos usos domésticos modernos (aerosoles, frigoríficos, espumas aislantes). La Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos publicó un informe para alertar a los responsables de la toma de decisiones en 1976. Varios países prohibieron los CFC y el 22 de marzo de 1985 se adoptó en Viena el Convenio para la Protección de la Capa de Ozono. Sin embargo, este Convenio no es de carácter obligatorio. Las industrias afectadas, anticipando la ampliación de las prohibiciones, encontraron sustitutos como los hidroclorofluorocarburos (HCFC) y los hidrofluorocarburos (HFC).
La amplitud del fenómeno es percibida realmente tras el sonado descubrimiento de un agujero en la capa de ozono sobre la Antártida en 1985 (2). El Protocolo de Montreal relativo a las Sustancias que Agotan la capa de Ozono (SAO), firmado el 16 de septiembre de 1987, hace que los Estados se comprometan a reducir y, más tarde, a prohibir la utilización de los CFC con diferentes fechas límite según su nivel de desarrollo. El protocolo, reforzado de forma progresiva por una serie de enmiendas, ha permitido desde entonces eliminar el 98% de las SAO. Estos dos tratados se han convertido en los primeros en la historia de las Naciones Unidas en ser ratificados por todos los Estados. Los últimos informes científicos internacionales muestran que la capa de ozono, después de que su situación continuara empeorándose y tras haberse estabilizado en los años 2000, empieza a reconstituirse (3). Teniendo en cuenta la larga duración de la vida de las SAO, la capa de ozono debería haber alcanzado su nivel de 1980 en torno a 2050. Unos quince años adicionales conducirían a la desaparición del agujero sobre la Antártida.
Sin embargo, este precedente, de una reacción universal a la altura del objetivo y que sirve como referencia para las negociaciones sobre el cambio climático, no es perfecto. Algunos productos sustitutivos como los HCFC son también potentes gases de efecto invernadero y, en su momento, también tendrán que ser erradicados…