Las conductas machistas denunciadas en el otoño de 2017 en las investigaciones periodísticas sobre el productor Harvey Weinstein, y posteriormente las revelaciones y movilizaciones de mujeres, principalmente en las redes sociales, que visibilizaron numerosos actos de acoso, agresión y violencia sexuales, invitan a analizar el machismo como un sistema: la existencia de una jerarquía sistemática entre los sexos que permite a uno de ellos imponer su dominación, es decir, la preservación preferencial, e incluso exclusiva, de sus intereses.
El machismo no es un estereotipo o un trastorno presente en algunos hombres y que bastaría con desmontar intelectualmente o curar. Se trata de un sistema cuyas manifestaciones en un terreno de la vida social se refuerzan con desigualdades en otras esferas, lo que les otorga una espantosa coherencia y las vuelve difíciles de quebrar: la desigualdad salarial, la sobrecarga del trabajo doméstico en las mujeres, su mayor precariedad profesional, su débil presencia (...)