En el Tirol austríaco, un 53,5% de los electores rechazó, el 15 de octubre de 2017, un proyecto de candidatura a los Juegos Olímpicos (JJ.OO.) de Invierno de 2026. En Innsbruck, ciudad anfitriona de los Juegos en 1964 y en 1976, la afrenta fue severa: un 67,4% de votos en contra. En febrero, los ciudadanos del cantón suizo de los Grisones tampoco aprobaron el proyecto de Saint-Moritz y Davos para esos mismos JJ.OO. de 2026, con un 60% de los sufragios.
Este recelo no es nada nuevo. Los Juegos Olímpicos, presentados como un acontecimiento popular y universal, son rechazados de forma casi sistemática por las poblaciones concernidas cuando se les consulta. Es lo que ocurrió, en 2013 y 2014, con tres proyectos para los JJ.OO. de Invierno de 2022, en Cracovia (Polonia), en Múnich (Baviera, Alemania) y también en los Grisones. Poco después, la última candidatura europea para 2022, la de (...)