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La ilusión de un presidente todopoderoso

¿Se puede reformar Estados Unidos?

Las expectativas desmesuradas de los sectores progresistas que vieron en la elección de Barack Obama una revolución en la política de Estados Unidos comienzan a trocarse en desconcierto y hasta decepción. Por otro lado, la derecha republicana, histérica y cada vez más impregnada de un tufillo macartista, estigmatiza al primer presidente negro como a una especie de demonio subversivo. Un profundo equívoco subyace a ambas actitudes: la creencia en que un poder individual puede transformar por sí solo y de repente las estructuras sociales, económicas y políticas configuradas tras un largo proceso histórico.

por Serge Halimi, enero de 2010

La lucha política favorece a veces las oposiciones personalizadas y los rechazos obsesivos. La necesidad de la lucha frontal origina entonces agrupamientos heteróclitos, motivados por el único deseo de destruir el mismo objetivo. Así, en cuanto el enemigo cae, comienzan los problemas. Y con ellos la pregunta: ¿qué hacer ahora? A medida que se toman decisiones políticas, deben eliminarse los equívocos que favorecían al antiguo cártel de oponentes; el desencanto se instala. Antes de que pase mucho tiempo el adversario detestado vuelve al poder. Su paso por la oposición no lo ha hecho más amable.

Un esquema de este tipo se aplicó ya en la Italia de Silvio Berlusconi. Vencido en 1995 por una izquierda a la vez paliducha, heteróclita y sin proyecto, volvió a triunfar seis años más tarde. En estos tiempos, también en la Francia de Nicolas Sarkozy se multiplican las alianzas circunstanciales, tanto entre partidos (ecologistas, centristas, socialistas) (...)

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