La cuestión de la responsabilidad del conflicto en el Cáucaso no nos ha preocupado durante mucho tiempo. Menos de una semana después del ataque georgiano, dos comentaristas franceses, especialistas en todo, la consideraron “obsoleta”. Un neoconservador estadounidense influyente les había dado el tono. Saber quién empezó “importa poco”, afirmó tajante Robert Kagan, pues “si Mijaíl Saakashvili no hubiera caído en la trampa de Vladímir Putin esta vez, el conflicto hubiera sido desencadenado de otra manera”. Una hipótesis bien vale otra: ¿si la iniciativa de una operación armada, el mismo día de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos, hubiera sido responsabilidad de otro que no fuera el joven políglota Saakashvili, egresado de la Columbia Law School de Nueva York, hubieran las capitales occidentales y sus medios de comunicación contenido su indignación ante un acto tan profundamente simbólico?
Cuando los buenos y los malos papeles se asignan por anticipado, la historia (...)