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Tras la liberación de Ingrid Betancourt

La alegría no lo tapa todo en Colombia

El feliz desenlace del cautiverio de Ingrid Betancourt y de otros secuestrados durante largos años por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) ha ocultado, por el momento, otros problemas. Por ejemplo, las graves acusaciones de corrupción que pesan sobre el Gobierno de Álvaro Uribe y su mayoría de congresistas afines. Por otra parte, las victorias del presidente Uribe sobre la guerrilla no implican la culminación ni la superación del conflicto; subsisten la profunda desigualdad social y, aunque muy mermado, el poder de fuego de la guerrilla.

por Carlos Gutiérrez Márquez y Omar Roberto Rodríguez, septiembre de 2008

La imagen lo dice todo. Con ojos desorbitados, lágrimas de alegría y una sonrisa de estupor en su rostro, Ingrid Betancourt se percata de su regreso a la libertad. El calendario marcaba el 2 de julio de 2008. Sus declaraciones a favor del presidente Álvaro Uribe, felices y espontáneas –aunque influidas tras conversar con el comandante del Ejército y con el Ministro de Defensa, sin medir su efecto como ex candidata presidencial y posible protagonista en la próximas elecciones– permiten apreciar en un pantallazo la nueva situación en Colombia, tras ocho años de estancamiento político y militar (con incremento de operaciones y personal internacional). El giro es a favor del Gobierno, y la expectativa es por lo que vendrá.

Cuarenta y ocho horas antes, el mes de junio culminaba con nubarrones políticos y jurídicos para el presidente Uribe. Por una parte, a causa de la relación de varias docenas de congresistas (...)

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