(…) En Martinica salió entonces de entre las ruinas de la ciudad destruída un desconocido, jamás visto nuevo huésped: el ser humano: no señores y servidores, negros y blancos, ricos y pobres, propietarios de plantaciones y esclavos; fueron seres humanos los que hicieron su aparición sobre la pequeña isla aniquilada; seres humanos que simplemente sufren el dolor y ven la desgracia; que sólo quieren ayudar, socorrer.
¡El viejo Mont Pelée ha producido un milagro! Atrás quedan, olvidados, los días de Fachoda, el conflicto sobre Cuba, la «Revancha»: franceses e ingleses, el Zar y el Senado de Washington, Alemania y Holanda conceden dinero, envían telegramas, tienden una mano de ayuda. La fraternidad de los pueblos contra el natural del odio; la resurrección de la humanidad sobre las ruinas de la cultura humana. Los pueblos pagaron caro ese llamamiento a su humanidad; el Mont Pelée y su trueno hicieron escuchar sus voces.
Francia llora (...)