Un espectro planea sobre la ratificación del “tratado para establecer una Constitución Europea”, adoptado por los veinticinco países miembros el 18 de junio de 2004, y firmado en Roma el 29 de octubre siguiente. El peligro reside en que no se entienda, o –más grave aún– que se entienda demasiado bien. Es cierto que un texto de 324 páginas, dividido en cuatro partes, a las que se suman las 460 páginas de los dos anexos, 36 protocolos y 50 declaraciones, llega a desanimar al lector común. Y si dicho lector decide comparar esa “Constitución” con la de su propio país, comprobará que es de 10 a 15 veces más extenso (14,7 veces más en el caso de Francia) lo que contradice las proclamadas intenciones de “acercar Europa a sus ciudadanos”.
Si ese ciudadano tipo, deseoso de conocer bien lo que se le pide aprobar, decide dar una primera mirada al texto (...)