Los acuerdos de paz firmados en Nairobi (capital de Kenia), el 9 de enero de 2005, ponen fin a un conflicto que desgarra a Sudán desde hace 21 años. Los enfrentamientos podrían haber causado cerca de un millón y medio de muertos, más de cuatro millones de evacuados dentro del país y 600.000 refugiados en los Estados limítrofes. Es, pues, comprensible que la “comunidad internacional” recibiera con beneplácito este acuerdo político, pero también económico, logrado al cabo de dos años y medio de inciertas negociaciones.
Sin embargo, se impone la prudencia ya que Sudán sigue siendo escenario de un conflicto extremadamente violento en la provincia occidental de Darfur, conflicto que no fue abordado por los signatarios de Nairobi. Por otra parte, las disposiciones adoptadas, extremadamente complejas, serán difícilmente aplicables por un personal político heteróclito, procedente tanto de la guerrilla cristiana como del movimiento fundamentalista musulmán, al que se suman opositores norteños (...)