En esta mañana de enero, Natissa Hebbir, madre soltera de 35 años con dos hijos y domicilio cerca de Cannes, se sienta ante una taza de café para hacer cuentas: “Vi que me faltaban 700 euros para pasar el mes siguiente –explica–. No daba crédito, yo nunca había tenido problemas de dinero o de empleo”. En espacio de unas pocas semanas, la joven ha pasado de tener una vida cómoda a unos ingresos que la sitúan por debajo del umbral de la pobreza. Le resulta ahora imposible hacer frente a todas sus facturas, con un alquiler de 800 euros y un préstamo de 200 euros para la compra del coche.
Natissa Hebbir trabaja como empleada extra en la industria de los eventos; la llaman habitualmente como refuerzo, pero la crisis sanitaria la ha dejado sin proyectos durante largos periodos. Su vida cotidiana dio un vuelco el pasado 15 de octubre, con (...)