“No podemos darles la dirección; es secreta. Pero cuando el autobús llegue a Anseong, el taxi los conducirá. Si vienen en coche, lo cual es preferible, los guiaremos”. El trayecto debe durar poco más de una hora desde el centro de Seúl, precisa nuestro interlocutor.
Partimos entonces en coche hacia Hanawon, el centro de acogida para refugiados norcoreanos. Pero la autopista puede con nuestro viejo caharro, que se detiene de pronto desprendiendo olor a caucho quemado. Después de varios intentos infructuosos por encontrar un taxi, la administración del centro se ofrece a ir a buscarnos. Al fin dejamos el lugar bajo los rayos de un sol de plomo para instalarnos en un 4 x 4 climatizado. Apiadándose de nosotros, la señorita Shin Sun-hee, una mujer joven y elegante, nos trajo un botella de agua.
Aprovecha para recordarnos algunas consignas: sí, podremos hacer preguntas después de la presentación general en inglés. (...)