Algunos, como Daniel Goldhagen, han tratado de explicar el nazismo como una perversidad antisemita exclusivamente alemana; otros, como Ernst Nolte, con un espíritu visiblemente apologético, hablan de comportamiento “asiático” o de imitación de los bolcheviques. ¿Y si, tal como lo percibió Hannah Arendt muy tempranamente, el racismo y el antisemitismo nazis tuvieran en cambio una fuente occidental, e incluso filiación estadounidense? En efecto, entre las lecturas favoritas de los fundadores del Tercer Reich se encontraba el libro de un personaje estadounidense altamente representativo: Henry Ford. Por otra parte, las doctrinas científicas y las prácticas racistas políticas y jurídicas de Estados Unidos tuvieron un impacto nada despreciable en las corrientes equivalentes en Alemania.
Esta conexión estadounidense se remonta en primer lugar a la larga tradición de la construcción jurídica de la raza, una tradición que ejerció una gran fascinación sobre el movimiento nazi desde sus orígenes. En efecto, por razones históricas, ligadas (...)