Barack Obama tiene suerte. Puede suceder a George W. Bush, uno de los presidentes más impopulares de la historia de su país, es joven, es mestizo, el planeta entero parece esperar que entre en la Casa Blanca. Parece, pues, mejor armado que otros para “renovar el ‘leadership’ estadounidense en el mundo”. Es decir, rehabilitar la marca Estados Unidos, hacer más eficaces por ser más aceptadas –y más acompañadas– las intervenciones estadounidenses en el extranjero.
Incluidas las intervenciones militares, especialmente en Afganistán: “Construiré un ejército del siglo XXI y una cooperación tan poderosa como la alianza anticomunista que ganó la Guerra Fría, con el objetivo de permanecer a la ofensiva en todas partes, de Yibuti a Kandahar”. Para aquellos que aún sueñan que un Presidente “multicultural” nacido de un padre keniano señalaría ipso facto la llegada de un Estados Unidos new age y de una comparsa en la que todos los seres (...)