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Barack Obama

Si el mundo entero votase en las elecciones de noviembre próximo en Estados Unidos (lo cual sería, después de todo, normal puesto que muchas decisiones de Washington determinan el destino de miles de millones de personas en el planeta), el resultado no ofrecería dudas: el candidato demócrata –aún no designado oficiamente por su partido– Barack Obama vencería por KO al republicano John McCain.

Por vez primera quizá, hasta los que más critican habitualmente el imperialismo estadounidense callan los vituperios y se reservan de emitir la mínima reprobación respecto a Barack Obama. Todos esperan que este nuevo presidente, tan distinto, impulse una suerte de perestroika y transforme, como una revolución copernicana, la naturaleza profunda de Estados Unidos. Sobre todo en política exterior. Que ponga fin a la práctica imperial, al militarismo, al unilateralismo, al avasallamiento de tantos países del Sur, etc.

Sueñan. Se ilusionan. Y su despertar puede ser cruel. Si hubiesen seguido con atención las declaraciones recientes de Barack Obama –sobre Irán, sobre Afganistán, sobre Israel, sobre Jerusalén, etc.–, hubiesen observado que, a medida que la posibilidad de su elección se concreta, el candidato demócrata se va volviendo cada vez más realista, es decir se va alineando con la política tradicional de Estados Unidos.

Aunque algunos “obamaniáticos” afirman que esas declaraciones son sólo obligada estrategia de “comunicación electoral”, pero que el candidato demócrata, en el fondo, no ha cambiado. Queda esa esperanza…

por Serge Halimi, agosto de 2008

Barack Obama tiene suerte. Puede suceder a George W. Bush, uno de los presidentes más impopulares de la historia de su país, es joven, es mestizo, el planeta entero parece esperar que entre en la Casa Blanca. Parece, pues, mejor armado que otros para “renovar el ‘leadership’ estadounidense en el mundo”. Es decir, rehabilitar la marca Estados Unidos, hacer más eficaces por ser más aceptadas –y más acompañadas– las intervenciones estadounidenses en el extranjero.

Incluidas las intervenciones militares, especialmente en Afganistán: “Construiré un ejército del siglo XXI y una cooperación tan poderosa como la alianza anticomunista que ganó la Guerra Fría, con el objetivo de permanecer a la ofensiva en todas partes, de Yibuti a Kandahar”. Para aquellos que aún sueñan que un Presidente “multicultural” nacido de un padre keniano señalaría ipso facto la llegada de un Estados Unidos new age y de una comparsa en la que todos los seres (...)

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