Cae la noche en la avenida de los Campos Elíseos en París. Varios centenares de individuos, desafiando el estado de excepción, cortan la circulación. Algunos llevan capuchas; tal vez estén armados, a juzgar por los bultos que se perciben bajo sus abrigos. Caminan hacia el “perímetro prohibido”, el de la residencia del presidente de la República y del Ministerio del Interior, en la plaza Beauvau, corazón del Estado donde, normalmente, nadie puede manifestarse. De un momento a otro, la Policía descargará contra ellos granadas de gas lacrimógeno, golpes de porra y balas de goma. Esta vez no. Esta vez, ellos son la Policía.
Desde el 17 de octubre de 2016 se suceden las manifestaciones y las concentraciones: policías “exasperados”, que se califican como “basureros de la sociedad”, expresan su “hartazgo” y su “cólera” tras el ataque con cócteles mólotov a cuatro de sus compañeros el 8 de octubre en Viry-Châtillon, en (...)