Durante la mayor parte de su historia, el sistema universitario de Estados Unidos respondió a la misión de progreso económico y social que en Europa remitía al Estado de bienestar. Esta función de integración social fue siendo gradualmente abandonada. La Universidad se parece cada día más a una cantera de mano de obra y a una prestataria de servicios para las empresas. A pesar de ello, ya se trate del concurso “Elite 10” en Alemania o de las “reformas” en Francia, los criterios para construir un espacio universitario europeo (ver artículo de Christophe Charle, “La lógica bursátil”) se inspiran más en los defectos que en las virtudes del sistema universitario estadounidense.
En Estados Unidos, en medio de una proliferación sin estructura real ni administración que la guíe, el único criterio que prevalece es una temible clasificación entre “buenas” y “malas” universidades. Así, cada región cuenta con algunas “buenas”, (...)