Especulación inmobiliaria, recesión económica
El mundo rehén de las finanzas
“La tormenta que se abate actualmente sobre los mercados financieros tendrá su repercusión sobre el crecimiento mundial”, estima el director general adjunto del Fondo Monetario Internacional (FMI), John Lipsky. Más cuidadosos en tranquilizar a la opinión pública (y a los inversores), los gobernantes de Estados Unidos, Europa y Japón pretenden que las fluctuaciones bursátiles no constituyan más que un simple accidente. La agitación se ha desencadenado por la quiebra en Estados Unidos de un mercado inmobiliario saturado de créditos distribuidos sin prudencia: para el segmento de los préstamos con mayor riesgo, llamados “subprimes”, las obligaciones hipotecarias en circulación alcanzarían los 1.300 millardos de dólares; de uno a tres millones de norteamericanos podrían tener que vender su casa. Esta desenfrenada innovación financiera, al propagar el riesgo al conjunto de la economía mundial, ha favorecido sucesivamente la burbuja inmobiliaria, la crisis de la vivienda y la especulación. Una nueva ampliación del crédito contendría quizá (o diferiría) algunos de los estragos. Pero alentaría la recidiva de “los matemáticos locos de Wall Street”. ¿Se anuncia ya la próxima crisis?
por Frédéric Lordon,
septiembre de 2007
Hace dos siglos, Hegel lamentaba la incapacidad crónica de los Estados para aprender de las experiencias de la historia. Los Gobiernos no son las únicas fuerzas incapaces de aprender. El capital –muy particularmente el financiero– también parece condenado a perseverar en el error, a la aberración reiterada, y al eterno retorno de la crisis financiera. A pesar de que concierne a “objetos” nuevos, la actual crisis de los mercados de crédito permite ver una vez más los ingredientes químicamente puros del desastre, brindando a todo aquel que desee aprovecharla una ocasión para meditar sobre las “bondades” de la liberalización de los mercados de capitales.
Ocurre que el credo financiero no cede fácilmente: se jacta de ser la encarnación misma del principio de realidad; somete a las empresas a la sola “validación por los hechos”, bajo los criterios del “reporting” (presentación trimestral de las cuentas) y del “track record” (“historial” de los (...)