¿Cómo aportar a los campesinos pobres un ingreso que les permita solventar sus necesidades básicas, preservar su medio ambiente y fundar relaciones humanas sobre valores distintos a los preconizados por el omniliberalismo planetario? Fue durante la primera Conferencia de Naciones Unidas sobre comercio y desarrollo (Cnuced), en 1964, cuando la idea Trade not Aid! –“Comercio, no ayuda”– dio a luz el comercio justo. La antigua idea de una relación más justa entre el Norte y el Sur, hasta ese momento reservada a un selecto grupo de adeptos, se populariza entonces dentro de un sector de la población que suele denominarse “alterconsumidor”.
Como nos recuerda la socióloga Virginie Díaz Pedregal, “el comercio justo, creado como una forma de comercio solidario, estuvo fuertemente marcado en sus inicios por el humanismo de los movimientos religiosos cristianos, así como por una concepción protestante de la ética”. Ese comercio solidario, en esencia caritativo, pero ulteriormente influenciado (...)