Dos impresiones contradictorias han dominado todas las demás, y las dos arrancan de 1948. La primera es que Palestina y los palestinos siguen estando allí, a pesar de los esfuerzos de Israel, desde sus orígenes, tanto por desembarazarse de ellos como por marginarlos hasta hacerles políticamente insignificantes. Lo digo con confianza, hemos probado el carácter erróneo de la política israelí: nadie puede negar que, como idea, memoria y realidad a menudo enterrada o invisible, Palestina y su pueblo simplemente no han desaparecido. Qué importa la hostilidad incansable de la clase dirigente israelí frente a todo lo que Palestina representa: nuestra sola existencia ha desbaratado, incluso ha hecho fracasar, el proyecto israelí que buscaba eliminarnos completamente.
Cuanto más se envuelve Benjamín Netanyahu [primer ministro israelí de 1996 a 1999, y de nuevo desde 2009] en la xenofobia antiárabe, más empuja a los palestinos a perseverar y combatir las injusticias y las crueles (...)